SI TU SIGNO NO ES CÁNCER. Entrevista.
ENTREVISTA
Buenos Aires, diciembre 2006
Etruria Nº 4 (revista Independiente de Literatura Juvenil)
¿Cómo lográs ese registro juvenil en tus novelas?
No lo puedo racionalizar dado que yo tengo cero feeling con los adolescentes. No así con los niños. Con los chicos tengo una comunicación extraordinaria en el sentido de que no es ordinaria, es maravillosa, lúdica.
Algunos jóvenes que leen mis textos me escriben porque sienten que están hablando con un par, y yo no sé bien por qué. En realidad están hablando con el lector, dentro de ellos mismos, que le pone letra al texto…
Tal vez algo tenga que ver con que mi adolescencia fue muy fuerte, muy sentida, muy convulsionada… no sé. Lo que sí sé es que me esfuerzo mucho por encontrar una voz que hable como los adolescentes que conozco, o la que fui, o los que fueron mis hijos…
Y es cierto, los comentarios que hace Gaby, la protagonista de “Si tu signo no es cáncer” expresan los enojos y los sentimientos que todos alguna vez tuvimos acerca de nuestros padres y de los mayores que nos rodeaban.
¿Cómo fue la génesis de “Si tu signo no es cáncer”?
En esto tuvo mucho que ver Graciela Cabal, que me dijo escribí esta historia para exorcizar el tema y finalmente, le hice caso. Este es un tema muy particular en mi familia, yo tengo hermanas que han tenido distintos tumores, una sobrina, dos hijos míos, está claro que hay una huella genética en la familia. Si bien nos hemos hecho estudios y los médicos dicen que estamos dentro del parámetro de las estadísticas, parece que nos tocaron todos a nosotros. Entonces, ahí vos te preguntas lo que se pregunta la madre de Gabriela: ¿por qué nos pasa esto?... ¿a nosotros?... Y la respuesta es: ¿por qué no? ¿Por qué no me puede pasar a mí?, click, por qué no me va a pasar si yo soy una persona como el resto de la humanidad. La historia de la novela no es la historia ni de mis hijos, ni de mi familia ni de nadie. Es una historia de ficción. Yo siempre lo aclaro. Lo que está en el texto es la enfermedad de la cual tengo muchas referencias porque la hemos vivido.
Pero está tratada con mucho respeto y sin golpes bajos, y me pareció maravilloso. Tiene un mensaje de esperanza.
Es que a mí me parece que los que hemos estado ahí no tenemos otra cosa. ¿Qué alternativa, qué otro mensaje nos impulsa a seguir? Lo único que te queda es la esperanza. Si no te aferrás a la esperanza te morís, ahí.
Creo que eso desnuda el lugar desde donde yo escribo “Si tu signo no es Cáncer”, el de los que lo hemos transitado. Creo que el que no lo vivió necesita dar cuenta de esos golpes bajos que aparecen en el cine o en otros medios que toman la enfermedad y que pegan en el dolor, en la muerte. Esta enfermedad está rodeada de un estigma social, el cáncer es prácticamente diabólico.
Con el personaje de Gabriela yo me cuidé puntualmente de hablar de que el cáncer es sólo una enfermedad y no una maldición.
Es algo diabólico porque el 80% de los casos conducen a la muerte.
Pero hoy ya no es “tan” así. Lo que pasa es que “de eso no se habla”, no se dice, ese es el punto. Fue durante muchísimos años, estamos hablando de siglos, una enfermedad maldita y terminal. Pero me parece que faltan un par de años para que la gente se entere de que muere mucha más gente en accidentes de tránsito que de cáncer. Digo, hay más muertes por cosas mucho más cotidianas. Han dejado de ser terminales varios cánceres, pero no en todos los casos, es cierto, y últimamente se ha acrecentado en niños y jóvenes, es cierto, por los altísimos índices de contaminación… y esa fue una de las grandes preocupaciones a la hora de escribir. Pero ante todo, me preocupé de dejar en claro, por si la novela llega a manos de alguien que está viviendo esta enfermedad, que no es culpa de vidas anteriores, que no hizo nada malo para que le sucediera, que es una enfermedad, un accidente de salud. Y es una enfermedad, además, que afecta a las personas, no a las estadísticas. Todo eso traté de decir en la novela.
¿Y los lectores que dicen?
Bueno, con esta novela he recibido, en general, buena crítica. Lectores que se enamoran de Gabriela. Ella es esotérica, rebelde y contestataria. Una adolescente de pura cepa.
A diferencia de los lectores de “Los sapos de la memoria” que piensan absolutamente distinto acerca los derechos humanos, y me plantean un debate político en el cual tengo que poner mis puntos y decir: “Bueno, mirá, separemos las cosas: esto es ficción y si vos querés que hablemos de política podemos hablar y podemos encontrar puntos en común o no”. Es decir, con la otra (Los sapos…) tengo lectores que te dicen nunca antes supieron del tema de la represión, salen a averiguar la historia, buscan en el informe de la CONADEP la página que yo cito -que es un truco, digamos-, porque para mí es la única prueba que va a quedar a lo largo de la historia. Los lectores “guerrean” con el tema.
En cambio con “Si tu signo…” escucho que se enganchan con la historia de amor, que se conmocionan con esta chica que les divierte, porque se encuentran en este lugar de lo esotérico como algo gracioso, divertido, y me dicen cosas como: “venía riéndome y de golpe, me clavé la enfermedad”. O… “Porque venía como divertida, como que resolvíamos con el horóscopo este amor en tinieblas, no blanqueado y cuando atraviesa esa fase romántica, de pronto, toma un giro que no la podés largar porque la historia de amor va transitando por carriles que no esperabas encontrar.”
Me parece que eso tiene que ver con la literatura para jóvenes y con que es un tema tabú: que no espera el joven encontrar, una temática sobre la cual no se habla. Y ahí es donde parece que quedan sorprendidos.
Me gustó mucho en la novela las citas que abren cada capítulo, tan bien elegidas. Siempre buscás ese efecto con tu escritura, esa apertura al capítulo: canciones, fragmentos de poemas, frases significativas, es el “estilo Bialet”.
Ese es mi estilo. Me parece que tiene mucho que ver con una estética que forma parte de mí, de mi propia construcción como persona y como lectora. Ha sido tan importante la lectura en mi vida, que a veces siento que la literatura me salvó la vida. Son historias personales que no vienen al caso, para eso están los divanes. Pero no es una metáfora: a mí la literatura me salvó la vida. En medio de los conflictos familiares más dolorosos de mi infancia, cuando el mundo parecía ser un aguacero en donde ibas cayendo en un pozo y el barro te caía encima, yo abría “Alicia en el país de las maravillas”, por ejemplo, que era mi libro favorito, y sus páginas me salvaban, en serio, me salvaron la infancia. Me volvían a un lugar donde podía entender que en algún lado había paz, felicidad, una luz en el camino.
Esa literatura no es una literatura que está marcada solamente con un señalador, me marcó a mí y me dio esa luz al final del camino. Desde entonces aprendí que cuando leo un libro, puedo tener la suerte de encontrar otra salida. Muchas veces lo abro y no es así, pero yo sé que alguno anda por ahí esperándome, entonces busco y rebusco otro y otro más. Necesito las historias. Necesito las palabras. Y no lo puedo disimularlo porque forman parte de mi esencia; es como si uno quisiera cambiarse el grupo sanguíneo, no podés. Cuando te falta sangre te ponen de tu tipo (cero, A, positivo o negativo, pero la tuya) porque es la que tenés, la única que te cabe, bueno, me parece que por eso hago mío los textos de muchos, y en mi literatura hay tanta intertextualidad (citada, claro, siempre, como en el caso de los horóscopos que inician cada capítulo de “Si tu signo no es Cáncer”)
¿Cómo es la selección? ¿La realizás antes de escribir o a medida que vas escribiendo cada capítulo? ¿Cómo escribe Bialet, escribe todos los días, escribe cuando puede, escribe de a ratos?
Yo sólo escribo cuando tengo una idea. Leo todo el tiempo, pero sólo escribo cuando tengo un proyecto de escritura. Intenté imponerme disciplinas de escribir como oficio y todos los días, como quien se toma una píldora pero yo no lo he logrado. No digo que no sea bueno, digo que a mí no me funciona, probablemente porque realizo muchas otras actividades.
Ahora, cuando tengo un proyecto de escritura no puedo hacer otra cosa más que escribir. Y mi vida se convierte, realmente- cuando tengo ese proyecto de escritura- en un tormento delicioso. Cosa rara, dirás vos, pero escribo donde puedo, en todos lados. Me voy haciendo como dibujos borradores en la cabeza. Con Gabriela en “Si tu signo…” me pasó, porque yo no soy nada esotérica, que tuve que leer durante meses materiales de ese tema, pues sino le ponía las características de lo que dicen que debiera ser el signo a cada uno de los personajes (los tenía pegados en distintos mapas frente a mi escritorio) me olvidaba que Felipe era de Piscis, por ejemplo, y esa tarea ¡no me dejaba vida propia! Entonces, cual detective, tenía que ir grabando una huella a seguir, y eso me obsesionaba. Debía seguir hasta el final esas señales que iba marcando, porque precisamente el libro se termina descubriendo, en el metadiscurso, que la vida la construís vos con lo que podés y con lo querés.
Tenía claro que este personaje no podía vivir inicialmente sin los horóscopos, yo no podía hacer horóscopos tradicionales, no porque no los pudiera inventar, sino porque no era lo que quería trasmitir. Yo quería decir: “si querés buscar salidas, buscá la literatura”. Por eso generé esas predicciones poéticas en cada capítulo a modo de horóscopos. Porque la literatura te lleva a reflexionar, a realizar este proceso de ensimismamiento -del que habla Pennac-, que es el que te permite meterte dentro de ls ideas a buscar la salida. Y vuelvo al punto anterior: esta es la forma y ahí es donde aparecen las huellas que me marcaron, que marcaron mi vida.
Eso sí, fue mucho trabajo, lo que más me costó fue crear esas predicciones; porque yo tenía la descripción de los signos; sólo los que creen y saben de zodíacos se van a dar cuenta que todas las citas literarias que están ahí, coinciden con las características que, supuestamente, tienen los signos.
Fue todo un trabajo de investigación: tuviste que leer de astrología, el I Ching, el Tarot, no quedó libro esotérico sin leer.
Uy…. Y hasta me enteré que existía la angeología, que los ángeles te tienen de acá para allá, ángeles de luz, de sombras, de tinieblas. En Córdoba, iba a una librería cuyos dueños son amigos míos, tienen un bar precioso y ahí me sentaba, me prestaban materiales y leía y tomaba apuntes. Muchas notas tomé. Me divirtió hacerlo.
Cuando voy a las escuelas les pregunto a los chicos su signo del zodíaco y les leo sus predicciones poéticas… y a todos les calza. El horóscopo le calza a cualquiera.
Es un tipo de texto escrito de modo tal que cada uno le da una interpretación a su medida.
Exacto. Es como la literatura. Vos le cargás el significado, por eso le calza bien, también, la poesía.
¿Y en México tuviste contacto con lectores en tu último viaje?
Tuve contacto con algunos lectores y fue sorprendente, porque allí también circula “Los sapos de la memoria” inicialmente entre los exiliados.
A diferencia de algunos mexicanos que me preguntan como bicho raro sobre historia argentina reciente, lo que me sorprendió es que los adolescentes son iguales en todo el mundo: por lo menos en México y en la Argentina. Las manifestaciones eran las mismas, las preguntas de rigor que hacen y que siempre giran en torno al amor de los personajes juveniles: ¿se ponen de novios? ¿cómo sigue el romance?
Me doy cuenta que otra característica de mis textos es que en las dos novelas los finales son muy abiertos. Pero lo hago con esa intención.
Para seguir pensando.
Exacto. Lo que queda claro es que este es un camino de recuperación, de salvación y de esperanza. Creer en el amor es creer en el futuro. Yo soy una convencida que el amor te redime, aún de vos misma. Entonces, no me conformo con finales cerrados… aunque eso me ocasiona que me pregunten si va a haber una segunda parte. Ufa. No, ni los sapos ni el horóscopo contraatacan.
¿Actualmente estás en algún proyecto de escritura?
Hace un par de años que estoy tras una idea pero todavía no la podría llamar un proyecto de escritura porque no le encuentro el proyecto. Tengo una idea pero todavía no la puedo organizar. A mí me cuesta mucho encontrar la forma. Eso que me preguntan: cómo encontrás la forma, me cuesta mucho. Me cuesta meterme en la piel del personaje y que me guste.
Realmente tendrías que publicar más porque a los jóvenes les gusta lo que escribís.
Me gustaría… En Córdoba se lee bien, también, un libro de cuentos para jóvenes que se llama “Nunca es tarde”.
Pero me cuesta, no soy de la que escribe tanto. He estado escribiendo más para niños. Por supuesto, no consigo editar, no siempre es fácil conseguir edición, pero bueno estoy jugada con esos textos que escribí para niños; me gustan. Lo que pasa que siempre escribo textos “políticamente incorrectos”, digamos, no estoy afectada por el establishment literario para jóvenes y niños, a punto tal que uno de mis editores me dice “nunca un conejito Pascual, vos podrías, tenés mucho humor”.
Pero es lo que te sale, uno no puede forzar su escritura.
A mí lo que me gustan son las buenas historias y hasta que no encuentro una buena historia… y encima, las historias que encuentro son políticamente incorrectas. Esa soy yo… me ha tocado estar en el lugar de la gente que le pasa (¿o elige?) lo políticamente incorrecto.
¿Cuál fue el mejor piropo que te han dicho como escritora?
Me lo han dicho algunos jóvenes diciendo: “es el primer libro que leí entero” o cuando me dicen: “no pude parar de leerlo”. Son las dos cosas más maravillosas que me han dicho, más allá de la buena crítica que he recibido. La valoro intensamente porque yo, como lectora adulta, cuando encuentro ese texto que no puedo dejar de leer adoro el libro y no quiero llegar a la última página. Y sé que encontrar otro libro que te guste te lleva un tiempo.
Estos pibes que me dijeron estas cosas son de esos pibes por los que la escuela y la profe daba dos guitas: el que nunca había leído y estaba de antemano fulminado, el que nunca sabía la estructura atávica del texto y no sé qué… (¡ay… esas preguntas raras que hacen los profes de literatura!), o nunca daba con las ideas principales (que decretan siempre los docentes o los académicos, o los especialistas…). Uno de esos pibes fue el que me dijo, cuando me estaba yendo de la escuela, “Es el primer libro que me leí entero”. Por no llorar de emoción en la calle (al fin y al cabo una es una señora seria), lo abracé y casi le arranco tres aretes de la oreja, uno de la nariz y le estropeo un tatuaje con mi maquillaje.
¿Y los profesores qué dicen?
Tengo muchos profes amigos que me piden que escriba más porque mis textos a sus alumnos los entusiasman a leer, y bueno, de eso se trata. Pero como son mis amigos y me quieren, no son de fiar en este tema… Me alientan mucho. Pero bueno, yo escribo cuando puedo. No por falta de tiempo solamente. Es que hay que tener la tripa muy entera para escribir. Al menos yo, es algo personal.
Necesito estar muy sólida, porque a mí la literatura me retuerce cuando la escribo, y tengo que poner el cuerpo para poder bancarlo. Me parece que por eso, a veces, algunos proyectos de escritura demoran tanto… es que es inútil… lo confieso… no soy yo… casi siempre, la literatura es quien me escribe a mí.